LA CAÍDA DE LAS PLACAS EN EL MOVISTAR ARENA EN BOGOTÁ
Los sismos de las últimas semanas de enero en Colombia fueron de Magnitud moderada, inferior a 5 grados, y su energía llegó a Bogotá bastante reducida por el desgaste de la distancia. Pero coincidieron con la caída de varias enormes y pesadas placas de la fachada del Movistar Arena, coliseo de eventos masivos con un aforo de 14.000 personas remodelado por la empresa privada e inaugurado por el Alcalde Mayor de la ciudad en octubre del 2018: apenas 3 meses antes de los temblores.
La estructura tiene varios decenios de antigüedad, pero su renovación estaba obligada a cumplir la NSR 10, que es el lineamiento técnico y legal mandatorio para reducir la vulnerabilidad de las construcciones ante los eventos sísmicos. Los daños evidentes no son estructurales, dirán, pero esa es una construcción de afluencia masiva y los elementos no estructurales también tienen que ser sismo resistentes, según la norma. Es decir, no se deben caer por sismos de magnitud moderada. Imaginen la caída de una de esas placas sobre el público adentro o afuera antes, durante o a la salida de un evento.
¿Qué tal un sismo arriba de magnitud 6, como ya ha sufrido Bogotá 3 veces en su historia, o arriba de 7, como los mismos estudios oficiales advierten que puede suceder? Esos estudios explican la presencia de varias fuentes sismogénicas activas alrededor de la ciudad, y en varias de ellas hace tiempo superamos los períodos estimados de retorno: es decir, a cada día que pasa aumenta la probabilidad de que esas fallas geológicas liberen otro terremoto. Y a cada año en el que esto no sucede, es muy probable que se acumule más energía para liberarla mediante un sismo más fuerte la próxima vez. La pregunta en Bogotá no es si va a temblar, que de eso los expertos están seguros, sino cuándo y qué tan fuerte. Y se supone que el Estado y los constructores saben eso.
Desde este contexto, que unos temblorcitos leves tumben esas placas precisamente en ese lugar recién remodelado, que está obligado a cumplir la NSR 10 y cuya multimillonaria reconstrucción con toda seguridad contó con interventoría ingenieril y supervisión estatal, es una pésima señal. ESO NO PUEDE PASAR. Sin conocer hasta ahora las eventuales afectaciones estructurales, además. El pronunciamiento hasta ahora hecho de que “se ha detectado el debilitamiento de algunas membranas-placas-, proceso normal en una obra de esta envergadura”, no es creíble luego de apenas 3 meses de inauguración.
La corrupción y la negligencia entre los contratistas privados y las autoridades oficiales que los contratan, les pagan y los supervisan es una amenaza más peligrosa y frecuente que cualquier fenómeno natural. La Alcaldía de Bogotá, la empresa concesionaria del Movistar Arena, sus contratistas para la remodelación del coliseo y las entidades de control están en mora de garantizar que no vuelva a pasar, y de demostrar que la sospecha de corrupción no es cierta.
Foto de Andrés Zapata, https://www.eltiempo.com/bogota/danos-a-la-infraestructura-del-movistar-arena-tras-sismos-en-colombia-320356, recuperada de Internet el 31 de enero del 2019.