CONTEXTO DE TRABAJO
El Banco Mundial en su informe “Análisis de la gestión del riesgo de desastres en Colombia: un aporte para la construcción de políticas públicas –Bogotá, Colombia: Banco Mundial, p. 436, 2012, indica sobre el país:
“Durante los últimos 40 años los desastres han ocasionado pérdidas que alcanzan los US$ 7.100 millones, es decir, un promedio de pérdidas anuales de US$ 177 millones. Entre 1970 y el 2011 se han registrado más de 28.000 eventos desastrosos, de los cuales cerca del 60% se reportan a partir de la década de 1990. Además, durante el 2010 y el 2011, en tan sólo 15 meses, se alcanzó una cifra equivalente a la cuarta parte de los registros y los muertos de la década anterior.
Hay un evidente incremento en la ocurrencia de eventos desastrosos, pasando de 5.657 registros, entre 1970 y 1979, a 9.270 registros, entre el 2000 y el 2009, lo cual está relacionado no sólo con la disponibilidad y calidad de las fuentes de información, sino principalmente con el aumento de la población y los bienes expuestos.”
Sin embargo, el aspecto de los eventos, siendo importante, no es el centro del problema. El mismo informe indica sobre los niveles de exposición de la población:
“En la actualidad, la distribución del nivel de exposición indica que en Colombia el 36% del territorio está en situación de amenaza sísmica alta, el 28% en alto potencial de inundación y el 8% en amenaza alta por movimientos en masa. Fenómenos hidrometereológicos generan impactos más localizados, pero de alta frecuencia.
Mientras los eventos geológicos ocasionan grandes pérdidas concentradas en un territorio y en un lapso relativamente corto, los Fenómenos hidrometereológicos generan impactos más localizados, pero de alta frecuencia, lo cual de manera acumulativa en el tiempo significa pérdidas, incluso mayores a las asociadas a los eventos sísmicos y erupciones volcánicas.”
Ahora bien, Colombia además presenta Amenaza de huracanes, incendios forestales, tecnológicos, industriales, antrópicos no intencionales, entre otras.
Según el Banco Mundial, son 4 los factores que hacen que el riesgo crezca:
- Avances conceptuales en el tema que no se han podido reflejar como políticas en el estado, mucho menos al nivel local.
- El riesgo se acumula por falta de aplicación de políticas e instrumentos de ordenamiento a nivel municipal y en las cuencas.
- Los vacíos en el tema en políticas y planes sectoriales que amenazan las inversiones y aumentan la exposición y la vulnerabilidad.
- La ausencia de políticas de empoderamiento de ciudadanos y sector privado.
- Convertir la gestión del riesgo en política de Estado a todos los niveles, ajustando y armonizando el marco normativo e institucional.
- Aumentar efectividad en las inversiones en gestión del riesgo, con planificación estratégica, coordinación entre niveles territoriales, seguimiento y control.
- Fortalecer la capacidad local.
- Reducir el riesgo de inundaciones y deslizamientos con planeación, inversión, seguimiento y control y articulación de actores en las cuencas.
- Políticas y planes de acción sectoriales a todos los niveles.
- Acotar responsabilidades públicas y privadas.
“La cual contribuye a crear y mantener tanto la infraestructura como los servicios para la sociedad, si no se tienen en cuenta los criterios y aspectos de reducción de desastres en las mismas, ellas pueden también incidir en el incremento de la exposición y la vulnerabilidad ante desastres de las comunidades o territorios donde operan”
Respecto al sector privado de América Latina, “necesita ser más resiliente, para lo cual el riesgo de desastres y la adaptación al cambio climático necesitan ser tomados en la práctica de los negocios”.
El informe de “Evaluación Global sobre la Reducción del Riesgo de Desastres GAR 2013”, elaborado por la UNISDR (Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres) indica que “en un mundo que experimenta un continuo crecimiento demográfico, una rápida urbanización, el cambio climático y un enfoque de las inversiones que con frecuencia hace caso omiso del riesgo de desastres, el gran potencial de experimentar pérdidas en el futuro reviste una preocupación especial. Actualmente, la comunidad mundial está mezclando los ingredientes de un destructivo ‘cóctel de riesgo de desastres’, a pesar de que todavía están recientes en nuestras mentes las catastróficas pérdidas económicas originadas por el terremoto y el tsunami de Japón, las inundaciones en Tailandia y la súper tormenta Sandy, de gran poder destructivo.”
En este contexto, el citado documento de UNISDR afirma que “en el ámbito mundial, la comunidad empresarial apenas está empezando a descubrir el probable riesgo de desastres que supone invertir en lugares propensos a diversas amenazas, a medida que buscan entornos empresariales positivos y desean lograr ventajas competitivas.
Pero también existen algunos indicios de cambio que son alentadores. Las alianzas público – privadas en torno a la gestión del riesgo han demostrado ser muy valiosas durante varios desastres, tales como los terremotos de los años 2010 y 2011 en Christchurch, Nueva Zelandia”.
El mismo informe afirma que “para el sector privado, el argumento para lograr la gestión más sólida del riesgo de desastres es evidente”. Esto con el objeto de “reducir el grado de incertidumbre y se establece más confianza, disminuyen los costos y se crea valor”.
En general, UNISDR indica que “están revelando una mayor cantidad de evidencia sobre un cambio de actitud entre los altos ejecutivos en torno a este tema”, pese a que “la gestión corporativa se sigue centrando en los riesgos financieros, económicos, legales y de mercado”, siendo lo cierto que el riesgo de desastres es tenido en cuenta muy pocas veces, no encontrándose siquiera “entre los 10, 20, o 50 primeros riesgos que preocupan a las empresas”.